Podemos entonces asociar la Psicología con una reflexión sobre la vida y la razón que cada uno de nosotros tenemos para respirar. Y esta reflexión, que de alguna manera podemos hacer de manera espontánea, también puede realizarse en un entorno profesional, cuando no somos capaces de concretar respuestas.
La Psicología entonces es un contexto hablado en el que nos definimos, porque la palabra, como respiración proyectada es vida, y la vida es aliento y el aliento en último término, es un misterio cuyo origen se desconoce.
Y, por tanto, la Psicología es una ciencia que no se reduce exclusivamente a observar, cuantificar y transformar si es necesario, un comportamiento determinado. La Psicología va más allá, mucho más allá.
La Psicología como ciencia observa, cuantifica y transforma, sí, pero también pregunta, indaga, reflexiona, medita, y finalmente, nos invita al silencio cuando aparece lo que no se comprende, lo que no se conoce e incluso lo que no se puede ni conocer ni comprender.
Nos abrimos entonces a algo que es más grande que nosotros mismos, algo que no somos capaces abarcar y ante lo cual, simplemente, debemos inclinarnos con humildad y respeto, aceptándonos como seres vivos temporales en un universo infinito.
En este sentido, y en esta misma línea, la palabra Psicoterapia contiene el término Psico (psiqué cuyo significado acabamos de ver) y Terapia, θεραπεια (therapeía: tratamiento), formada por el verbo θεραπευειν (therapeuein: cuidar, atender, aliviar, y de aquí la palabra terapeuta como el que cuida, atiende, alivia), y por el sufijo εια (eía, variante de ía), que indica cualidad.
Este verbo, θεραπευειν, deriva de θεραπων (therapon: escudero, el que ayuda al guerrero, palabra que, como se señalaba inicialmente, se pierde en un oscuro origen anterior al griego. Así que, de algún modo, el término psicoterapia tiene que ver de algún modo con cuidar a nuestro guerrero interior.